Apertura
La apertura de esta fábrica de cerillas en La Coruña no fue una novedad, ya que a principios del siglo XIX, ya se podían encontrar fábricas de cerillas extendidas por Galicia. La más importante de estas, la Fábrica de Cerillas de A Coruña (La Vasco-Galaica), fue abierta en 1871, pero sus orígenes se remontan a 1856.
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Enrique Zaragüeta (su fundador) e Hiriart, abren la “Fábrica de Cerillas de Nuestra Señora del Juncal”, ubicada en la orilla izquierda del río Bidasoa, Irún (Guipúzcoa). Esta fábrica daba trabajo a más de 150 personas, sin embargo, las guerras carlistas y sus revueltas obligaron a Zaragüeta a dejar su fábrica y su Guipúzcoa natal para buscar una nueva ubicación para su negocio.
Y la encuentra en A Coruña en los terrenos de Castiñeiras de Arriba, en los cuales se hallaba una fundición perteneciente a Manuel Solórzano; Zaragüeta decide adquirirlos para construir, su nueva fábrica. Más concretamente, sus instalaciones estaban emplazadas en un recinto amurallado, que subía paralelamente por la calle Falperra, bajando por Castiñeiras de Arriba, hasta el lugar de Vera. Es aquí donde instala sus edificaciones para la elaboración y almacenaje de sus productos e importar los instrumentos y maquinaria necesaria para la producción de fósforos; así consigue poner su nueva fábrica de cerillas en funcionamiento en 1871.
Sin embargo, la suya no era la única fábrica de cerillas funcionando en A Coruña. Existían otras dos fábricas más: la fábrica de Manuel Docampo y Campos, ubicada en la zona de la Gaiteira (posiblemente), entonces perteneciente al municipio de Santa María de Oza y la de Antonio Bescansa, fundada alrededor de 1840 y situada en la zona del Orzán. Sin embargo, en 1892 se establece en España el monopolio estatal del fósforo, según el cual el Estado se convertía en el propietario de los derechos de explotación que arrienda a los fabricantes del gremio de estos productos durante 15 años; y así acaban las rivalidades entre dichas industrias.
Este arrendamiento suponía un pago de un canon anual de 4 millones 250 mil pesetas, un pago que no todos se podían permitir, lo que provocó la desaparición de la mayor parte de las empresas fosfóricas de España. De 87 fábricas existentes, sobrevivieron 55. En A Coruña, tanto la fábrica de Manuel Docampo como la de Antonio Bescansa se vieron obligadas a cerrar, Docampo acabó en la ruina y Bescansa optó por un cierre definitivo.
La fábrica de Zaragüeta fue la única de la ciudad de La Coruña que consiguió sobrevivir. Incluso llegó a aumentar sus beneficios y producción gracias a las nuevas condiciones del mercado y el auge de los fósforos.
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En sus inicios, la fábrica daba trabajo a alrededor de cien mujeres, aunque en el futuro llegó a acoger a 350. Estas eran más conocidas como “misteiras” (cerilleras). Ellas se convirtieron en un importante colectivo femenino con una descomunal presencia en la ciudad debido a sus reiteradas protestas, huelgas, manifestaciones,... en contra de sus precarias e insalubres condiciones de trabajo. Esto hizo que este grupo de mujeres trabajadoras se convirtiera en uno de los sectores más reivindicativo y conflictivo de A Coruña.
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Más tarde, la fábrica pasó a ser propiedad de Gabriel Arambillet, después de que su hermana hubiese enviudado de Enrique Zaragüeta.