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Cerillas

Elaboración de cerillas en la Fábrica de Zaragüeta

           Como ya hemos dicho, la elaboración de este artilugio es muy compleja. En la fábrica de cerillas de A Coruña, como primer paso, se encontraban los almacenes acondicionados para contener las materias necesarias para su fabricación. En estos se podía encontrar el fósforo vivo, que llegaba desde la fábrica productora siempre con agua y dentro de cajas de hierro galvanizado de forma cilíndrica, como protección, ya que este se inflama y arde al contacto con el aire; sacos de cola tiza, vidrio molido, cartón estampado para elaborar las cajas para las cerillas, estearina, colofonia, ovillos de algodón, precintos,... En resumen, todo lo necesario para la fabricación de las cerillas.

 

           Como segundo paso, se encontraba el laboratorio, en donde se preparaba “la pasta” para las cabezas (puntas del palo) de los fósforos. En estos laboratorios también se calculaba, si era necesario, las proporciones de los ingredientes para crear esta “pasta”, y después se combinaban. Para preparar esta mezcla era necesario el fósforo vivo, clorato de potasio, cola-tiza, vidrio molido y anilina roja; que se deja cocer al baño maría.

 

            A la vez se preparaban los palos de las cerillas, mediante colofonia, goma y estearina o talco. A continuación, esta mezcla va recubriendo, mediante sucesivos baños, unas mechas de algodón, hasta que consiguen un grosor adecuado; todo esto en presencia de un ventilador eléctrico que enfría los palos formados. Después estos artilugios pasan a un gran bombo o carrete, quedando en disposición de pasar a las máquinas en donde serán cortados.

 

           Estas máquinas son similares a guillotinas de gran precisión, que cortan los palos a la longitud deseada por los fabricantes. Una vez cortados, quedan colocados en cuadros de madera formando filas regulares.

 

           A continuación se vierte la pasta (con un aspecto rojizo y humeante) sobre una platina (para que esta se reparta equitativamente en forma de gota en la punta de cada palito de la cerilla) en la que ya habían sido colocados los palos antes fabricados.

 

           Unos carros conducen estas creaciones a los secaderos, unos armarios de hierro en donde las cabezas de las cerillas terminan de secarse y solidificarse completamente gracias a corrientes de aire caliente.

 

           Formadas ya las cerillas fosfóricas, solo falta confeccionarlas en cajas para ser vendidas. Cada operaria realiza su trabajo, unas pegan las tiras de cartón estampado, otras las raspas de vidrio molido que funcionarán de rascador y las restantes cortan tiras de cartón azul en cizallas que otras trabajadoras unen y arman rápidamente. 

 

           Nuestra fábrica de cerillas contaba con, alrededor, de unas sesenta y seis llenadoras, tres ligadoras, sesenta cajeras, siete empaquetadoras, dieciocho precintadoras, quince maquinistas, cuatro cerilleras, cinco ayudantes de máquina, dos pasteros, un carpintero, un maquinista, dos embaladores de gruesas, dos serenos y una portera. Todos ellos  trabajaban con una rapidez digna de admirar.

 

          Para comprender mejor el mecanismo de estas asombrosas cerillas fosfóricas, decidimos hablar con nuestra profesora de química, Liliana:

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